El señor de los campos de girasoles.

Se encontraba entre los matorrales con punta de girasol, el delgado cuerpo que contiene a Santiago; Aquel era un lote baldío en cuyo centro se abrió paso con arena, el zapato. No importa, aún conservaba el aroma protector de los girasoles fundiéndose al sol.
Santiago se sentía señor de los jardines de girasoles.
Una niñita atraviesa el sendero pateando una roca, la roca choca en el talón del señor.
-¿Qué?, ¿esto es tuyo?
-Sí, mío.-le dice.
-Es una piedra.
-Es mi pelota.
Santiago inclina la cabeza y arquea las cejas, la niña de ojos incrédulos esperaba paciente que el señor de los jardines se hiciera a un lado.
-Lo sé-contesta el señor.
-Tus jardines-señala la niña, abarcando todo el reino con una floritura.
Santiago le entrega la pelota entre las rechonchas manitas, la niña la tira al piso y sigue su camino pateándola.
La madre la esperaba al final del sendero, con una mochila pesadísima a cuestas;
Al encontrarla entre sus brazos le entrega una muñeca enorme.
-Casi la dejas en el kinder.
La niñita oculta la piedra entre los matorrales, besa su muñeca y se aleja bajo la mano materna.
Suena el celular:
-Santiago, te esperamos en la oficina desde hace veinte minutos.¿dónde estás?
El señor de los jardines enciende su Ipod y oculta su reino dentro del delgado cuerpo que contiene a Santiago, que también es Santiago.

Ocultar no siempre es dejar fuera de la vista.
¿La felicidad está fuera de tu vista?

Que la rutina no te impida ver tu pelota en tus jardines girasoles.

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